lunes, 3 de agosto de 2015

kétchup, cátsup



Escaleras eléctricas devoran a mujeres en China. Estudiantes practican sexo oral en los campos de la universidad de Chihuahua. En mi niñez las escaleras eléctricas representaban el equivalente lumpen a una montaña rusa en Reino Aventura, había temor, había emoción. Nunca practique sexo oral en los campos de la universidad de Chihuahua.

Tengo veintinueve horas viendo televisión, con la laptop sobre mis genitales, sobre el sillón en casa de mis padres, leyendo sobre escaleras eléctricas que devoran mujeres en China y estudiantes que practican sexo oral en los campos de la universidad de Chihuahua.

En el televisor una joven mujer de rasgos exquisitos relata al Dr. Oz su asco y repulsión hacia el kétchup y creo estar enamorado. En el doblaje al español lo llaman kétchup, yo lo llamo cátsup, cátsup no kétchup, kétchup me parece chistoso. Me recuerda a una viejecita tía de mi padre que vive hace más de seis décadas en Oxnard, California entre vacas y árboles de aguacate, y que no habla palabra alguna de inglés, excepto kétchup, kétchup, kétchup…

Ahora la chica en la pantalla se muestra realmente aterrada al momento que le muestran un cazo grande-parecidos a los que mi madre usa para servir ensalada-repleto de kétchup, o mejor dicho cátsup, digámosle cátsup.

Mi madre repasa el periódico sin mucho interés y me recrimina el hecho de estar desempleado, en pijama, durmiendo-comiendo-viviendo sobre su sillón con la televisión encendida y la laptop sobre mis genitales desde hace meses. Yo no puedo responder ni concentrarme en nimiedades como estabilidad laboral y prestaciones superiores a las de ley cuando estoy encantado por una mujer de belleza inusitada que le tiene pavor a la cátsup. Yo la protegería de la cátsup, de la kétchup y de las escaleras eléctricas que devoran mujeres en China. Practicaríamos sexo oral en los campos de la universidad de Chihuahua y todo estaría muy bien.