domingo, 19 de marzo de 2017

El rey de la maquildora







 Neta cabrón, te digo que es neta. Te lo juro así, por mi madrecita. Mi compa es ministro en Texas. Laredo, Texas. Es padrecito de esos cristianos, ves que allá en el Chuco no son católicos los güeyes, no creen en los santitos ni la virgencita como nosotros. Es compa del barrio, de la infancia, así desde chiquitos que nos dábamos nuestros chingazos. Bueno güey, el pedo es que mi compa es un desmadre. Pero cabrón, güey; a lo pendejo. Y para acabarla de chingar es padrecito ¿tú crees? Y el puto esta cagado en feria, le va chido al cabrón. Entonces vino un fin de semana a visitar a la familia, a la esposa. Porque el puto dejo a la esposa aquí y el cabrón se pelo pero como le manda sus dólares la ruca no la hace de pedo. Bueno vino el compa  y ya sabrás tú, forradote, un chingal de lana, seguro más de la que has visto en tu vida, perro. No me hagas esa cara, güey. Es coto. Y ya que andábamos en la pedota, dos, tres botellas, perico, la hielera llena de Tecate y que mi compa se prende. Quiere coger, quiere unas putas. Salió bien caliente el padrecito. Yo en caliente le digo que fuga al teibol, sacamos unas putitas, las llevamos pal motelito y que siga la party. Llegamos abriendo paso en caliente le ordena al mesero que queremos mesa adelante, junto al escenario, quiero olerle el panochón a las rucas desde mi asiento, tons le digo a mi compa que saque un billetito, se lo extiendo al mesero y se le pinta pinche sonrisota en la carota de pendejo y nos pone hasta adelante, V.I.P. veri importan pipol, carnal. Y pónganos un botellón de bucanas, unos red Bull, cocas y hielos, joven. Le digo al mesero. Total güey que ya estamos en nuestro desmadre, a risa y risa viendo a las putas y que en eso el padrecito se queda serio, serio. Helado el cabrón como si hubiera visto un fantasma. Y ora que hubo, güey- le digo. Pero el cabrón no reacciona, esta petrificado, ido, en otro mundo. Tons que volteo despacito a ver que lo tiene en trance y que miro nada mas, agárrate güey, a la esposa del padrecito en tanga roja, corpiño y unos cuernitos de diablita, tomándose un vampirito, muy quitada de la pena la cabrona. Y que digo: no mames, tu ruca, cabrón. Y el padrecito reacciona, como balde de agua fría y se levanta en chinga hasta donde está la ruca y la empieza a gritar, a hacerla de pedo. Nombre pinche panchote que le armo a la ruca. Y zas que le suelta un cachetadón bien puesto, hasta mí me dolió y zas que le suelta el otro y la vieja a llore y llore, grite y grite y que llegan los guardias del teibol y se empiezan a surtir a mi compa. Pum, pum le ponen sus vergazos en la panza, en la jeta. Lo agarra uno por la espalda y el otro se lo empieza a soltarle los derechazos. Tons le doy un facho al bucanas, me quito la camisa, así me quedo en pura de tirantes y me los empiezo a surtir. Yo solo. Neta, cabrón. Pum, pum, y de un ramalazo le doy suelo al que le estaba pegando a mi compa. Tons el otro que lo tenía agarrado se deja venir y yo nomas lo voy midiendo, tiro la finta y va un gancho al hígado. No el puto en caliente se dobla y lo agarro del brazo, le aplico un candado y le digo ya estuvo o que puto. Y el joto me dice si ya estuvo compa, ya estuvo, ahí muere. Ya en eso llega el gerente y dice a ver qué está pasando aquí y le digo muy serio, pues aquí tus simios estos se estaban jabeando a mi compa entre los dos y pues la neta así no se vale. Lo que pasa es que esta encabronado porque su señora está trabajando aquí, pero mi compa ni cuenta, como él no vive aquí pues la ruca a provecho para andar de puta, como la ve. Pero ya mi compa se tranquilizó, ¿veda cabrón? Que le dije, ya nos vamos a estar aquí tranquilos en lo que nos acabamos la botella, la acabamos de comprar, como la ve. El gerente obviamente acepto, como me iba a decir que no y total que seguimos pisteando pero el padrecito todavía andaba emputado, muy intranquilo. Y que le habla al mesero, le suelta un par de billetes y le trae dos putas a la mesa. Pero las dos putas pa el, a mí ni me pidió nada. Y que empieza el perro a agarrarse con las dos. Lengüetazos, agarrón de nalgas, de chiches, metiéndole los de dulce al panochón, no pos la neta se desato el padrecito y que volteo a ver a su señora y bien encabronada, roja, roja, ahora si como diablita. Me cago de la risa y mejor me levanto a echar la meada. Tiro los meados, me echo un pasecito y ya en lo que voy saliendo que me está esperando afuerita del baño la diablita. Le digo ¿Qué hubo? Y la cabrona se me echa encima, a beso y beso, agarrándome el fierro por encimita del pantalón, bien entradota la ruca, y que la agarro de la cintura y la echo pa atrás. Ora cabrona, calmada que eres la señora de mi compa. Y ella dice que tiene mijo, es que tú me gustas mucho, estas bien guapo y yo me rio. No mija usted es la esposa de mi compa y yo lo respeto, así que calmada, vámonos de regreso. Y en eso que vamos pa la mesa que nos topamos a mi compa de frente, se me queda viendo y luego a su ruca y dice ¿Qué hubo? Y le dice su ruca: papi ya vámonos de aquí, vámonos a seguirla a otro lado, algo más privado, me llevo unas amigas de aquí. Y el padrecito se queda pensando y luego dice y las amigas son pa este cabrón, dice señalándome a mí, o son para mí. Y lego se queda callado y con una mirada maliciosa. Lo que quieras, papi responde la ruca. Bueno yo quiero a tus amigas, a las dos, remata el padrecito. Neta te lo juro, cabrón. Así por mi madrecita. Llegamos al motel y la seguimos hasta el amanecer pisteando bucanas, periqueando, el padrecito con las dos teiboleras y yo echándole un palote a la diablita. A la esposa del padrecito, mi compa. Pinche diablita me la lleve al cielo. Soy el rey de la puta maquiladora- remata mi compañero y su sonrisa abarca todo su reino.

jueves, 16 de marzo de 2017

Prestaciones superiores a las de ley









Tengo más de 30 años- pienso cuando despierto cerca de medio día, tal vez las once, tal vez la una. No lo sé, es igual.

Tengo más de 30 años y tengo que ir al trabajo-pienso cuando me levanto de la cama y me pongo los zapatos.

Pienso en ello cuando me rasco los testículos y huelo mis sobacos.

Pienso en ello mientras preparo mi desayuno: huevos revueltos con queso, entre dos panes con mayonesa de marca genérica, papas fritas y café negro. Dos tazas.

Pienso en que tengo más de 30 años mientras me ducho y me masturbo en forma automática con imágenes guardadas en mi retina de la última mujer que tuvo la amabilidad de tener sexo conmigo.

Pienso en que tengo más de 30 años mientras me lavo los dientes, mientras me rasuro, me peino, me visto y también mientras espero en la parada del camión en este caluroso día de invierno.

Pienso un poco en mi edad y todo eso mientras veo por la ventana del transporte porque me distraigo viendo a la gente en la calle. Me pregunto a donde van o que esperan o de que hablan mientras sonríen y gesticulan y mueven los brazos por el aire de esa forma tan dramática. Me pregunto si piensan en su edad, si les gusta su trabajo o si están satisfechos con sus vidas y son felices hasta la hipérbole de diez mil soles ardiendo.

Cuando paso piezas automotrices por una gran maquina durante más de nueve horas como un autómata pienso en que tengo más de 30 años y no me gusta mucho mi trabajo.

Cuando escucho las interminables y asombrosas historias de mi compañero también pienso en ello.

Cuando me relata que fue cantante grupero y tenía mucho dinero, mujeres, autos, drogas y otros tantos lujos. A lo pendejo-dice orgulloso.

 Pienso en ello.

Cuando me cuenta que en la loquera se cogió a dos morras menor de edad adictas al foco. Y eran hermanas-dice juguetonamente. 

Pienso en ello.

Cuando dice que le dispararon en el brazo pero ni lo sintió; cuando lo agarro la policía con severos kilos de cocaína, solo duro 6 meses adentro. ¿Por qué? Porque todos me la pelan- dice solemnemente.

 Pienso en ello.

Cuando relata todas esas fantásticas aventuras pienso que tengo más de 30 años y no tengo grandes anécdotas que contar como mi compañero de trabajo.

Pienso en ello pero también pienso en otras cosas.

Pienso que me gustaba más mi trabajo cuando estaba más aislado. Cuando podía pasar más tiempo solo. Solo con mis pensamientos, con mis ideas, jugando con las palabras que flotan en mi cabeza. Tratando de encontrar algo hermoso en mi propia cotidianidad, algún significado secreto que podrías perder si no prestas atención por estar escuchando increíbles anécdotas de un trabajador de maquiladora del norte de México.

Me pregunto si otros trabajadores de maquiladora del norte de México piensan severamente en todas esas cosas absurdas y efímeras mientras pasan piezas automotrices por una enorme maquina como autómatas durante más de nueve horas.
Me pregunto si se pierden en sus pensamientos, anhelos, si piensan en la belleza inherente de la cotidianidad a la que estamos condenados.

Si mientras pasan piezas automotrices por una enorme maquina como autómatas durante más de nueve horas juegan a juntar palabras para crear algo hermoso. Tal vez al llegar a su hogar después de una jornada laboral de más de nueve horas lo pasen a papel, no lo sé. Tal vez. Tal vez lo compartan con sus amigos o con esa persona por la que arden en secreto.

Me lo pregunto pero no lo sé.

Me pregunto si los trabajadores de maquiladora del norte de México guardan un pájaro azul en su corazón.

Los maquilocos, los maquilover, los maquilosers y las maquilolitas, me pregunto si arden secretamente como incendio forestal en California y liberan al pájaro azul que habita su corazón y canta una majestuosa melodía secreta.

O si solo piensan que es jueves, un jueves cualquiera, un caluroso día de invierno. Un día de trabajo más. Otra jornada laboral de más de nueve hora de pasar piezas automotrices por una enorme máquina de forma autómata para sacar el sueldo, la quincena y poder pagar la hipoteca, pagar la renta, la luz, agua, gas, cable e internet; porque es necesario ver el futbol europeo y subir fotos a Facebook de tu último viaje, reunión familiar o borrachera. Para mostrarle al mundo que tienes una vida, amigos, familia, que conoces el mundo y eres feliz mientras posas con una enorme sonrisa para la foto del recuerdo.

Piensas en que necesitas dinero para alimentar a tus hijos, perros, gatos, peces y periquito.

Necesitas dinero para la gasolina que esta repinche cara por culpa del puto gobierno y maldices, escupes y vuelves a maldecir.

Necesitas dinero para cerveza, cigarros y una grapa de cocaína cuando sientes que no quieres perder esa sensación en las entrañas cuando estas en medio del vértigo de que la fiesta no acabe nunca.

Necesitas la estabilidad laboral, las prestaciones superiores a las de ley, el seguro medico, la caja de ahorro, las utilidades, el aguinaldo y los vales de despensa. Necesitas dinero. Necesitas todas esas cosas. Por eso necesitas este trabajo. Por eso necesito este trabajo. Necesito estar durante más de nueve horas  pasando piezas automotrices por una enorme máquina de forma autómata al mismo tiempo que un compañero me relata su asombroso fin de semana mientras pienso en todas esas palabras hermosas y misteriosas que le dan un significado a todo esto.

Pienso en ello mientras voy al baño a orinar, tomándome mi tiempo, viendo mi entorno, las paredes blancas, los altos techos, las enormes máquinas y los rostros cansados de los trabajadores de maquiladora del norte de México.

Pienso en ello mientras orino, mientras me lavo las manos, mientras me mojo la cara y observo mi rostro cansino, las ojeras, las cicatrices, la mirada esquiva y la sonrisa a medias de un trabajador de maquiladora del norte de México como yo.

Pienso en ello mientras hago tiempo junto al garrafón de agua, tomando ligeros sorbos del cono de papel. Cuando observo los rostros y cuerpos radiantes y lozanos de las jóvenes trabajadoras de maquiladora del norte de México. Me pregunto si estudian por las mañanas, si tienen sueños y anhelos y este trabajo es solo un puente hacia su meta. O me pregunto si ya se olvidaron de sus estudios, si han decidido llevar una vida como trabajadoras de maquiladora del norte de México porque tiene hijos que alimentar, uno o tal vez dos. Porque son jóvenes y tal vez tengan el tercero más adelante. Tal vez tienen esposo, un mecánico o fontanero o piloto del transbordador espacial o también un trabajador de maquiladora del norte de México como ella. Un trabajador de maquiladora del norte de México que también es cantante grupero y tiene grandes anécdotas que contar a su compañero. Y lo más importante, me pregunto si a las lozanas y radiantes jóvenes trabajadoras de maquiladora del norte de México gustan de los trabajadores de maquiladora del norte de México con más de 30 años y que suelen pensar en ello. Trabajadores de maquiladora del norte de México con rostros cansinos, ojeras, cicatrices, mirada esquiva y sonrisa a medias. Yo me pregunto si prefieren a los trabajadores de maquiladora del norte de México que también son cantantes gruperos, les va muy bien y tiene grandes aventuras los fines de semana. Me pregunto todo eso mientras regreso lentamente a mi lugar de trabajo donde paso piezas automotrices por una enorme máquina de forma autómata por más de nueve horas.






Pienso en que tengo más de 30 años y todas esas otras cosas cuando me percato de reojo que mi supervisor me observa muy divertidamente, como si se estuviera contando un viejo chiste en su cabeza. Es usted un soñador despierto- me dice. Es usted un soñador despierto, sin lugar a duda mi compa- reafirma. Pero usted es un trabajador de maquiladora del norte de México y se le paga por pasar piezas automotrices por una enorme máquina de forma autómata durante más de nueve horas, no por soñar despierto. Si a usted se le pagara por soñar despierto esto no sería una maquiladora del norte de México, esto sería un recinto para soñar despierto del norte de México y usted sería un soñador despierto del norte de México, pero no lo es. Aquí se viene a trabajar- dice lapidario mi supervisor mientras su sonrisa se ensancha y puedo notar sus dientes manchados, su lengua jugando con su paladar y sus grandes ojos negros, cansados y esquivos. Me mira entre juguetón y altivo mientras que yo solo alcanzo a asentir o encogerme de hombros o a encogerme de hombros y luego asentir en ese preciso orden.

Pienso y pienso y no puedo dejar de pensar. Supongo que si dejara de pensar ya no sería yo, no sería un trabajador de maquiladora del norte de México de más de 30 años de rostro cansino, ojeras, cicatrices, mirada esquiva y sonrisa a medias. Sería un vegetal, un caracol, un árbol en llamas en California, una planta de interior en la sala de espera de un consultorio dental, una patata que cocinara una madre para alimentar a sus hijos, para que no pasen hambre, para que crezcan fuertes y puedan concentrarse en terminar sus estudios. Convertirse en abogados, ingeniero civil, centro delantero del Real Madrid, pescador de truchas en el golfo, diseñador gráfico o algo así. Cualquier cosa menos convertirse en trabajador de maquiladora del norte de México de mas de 30 años con rostro cansino, ojeras, cicatrices, mirada esquiva y sonrisa a medias.

Pienso un poco más mientras miro detenidamente mi charola con mi cena de comedor industrial. Miro mi estofado de carne que no parece carne y mas que estofado de carne que no parece carne diría que es un estofado de patatas. Miro los frijoles aguados, desabridos y mis tres tortillas tibias.

Pienso, pienso y sigo observando mi comida a la vez que mi compañero inusitadamente en medio de sus habituales vivencias de sábado por la noche me declara muy solemnemente que ahora es rapero, escribe versos, juega con las palabras para crear algo hermoso, algo mágico y misterioso. Es poeta. ¿Tienes algún interés en la poesía?- me pregunta mientra sus ojos se ensanchan y sus pupilas parecen grandes hoyos negros dispuesto a acabar con todo el espacio tiempo dentro del microcosmos que es una maquiladora del norte de mexico. Solo alcanzo a encogerme de hombros y mirarlo detenidamente, algo curioso. Entonces me pregunta si quiero escuchar algunos de sus versos, que parezco alguien que podría interesarle escuchar algunos versos a la hora de la cena. Pasa un tiempo y no respondo, no digo que sí, no digo que no, solo lo miro detenidamente, algo curioso. El interpreta esto como un sí, lo interpreta como quiere, porque quiere recitar sus versos hermosos, mágicos y misteriosos. Porque nada detiene a un poeta, menos un trabajador de maquiladora del norte de México. Entonces cierra los ojos y mueve mucho lo brazos y hace señas con las manos y abre mucho la boca y sus fosas nasales se ensanchan como si al recitar esos versos necesitara mas oxígeno para sus pulmones de poeta del norte de México. Y las palabras parecen salir de su boca, empujadas por su lengua y parecen flotar en el aire como tristes globos a medio inflar; y no alcanzo a distinguir palabra alguna, hay un ruido ensordecedor como olas rompiéndose en las rocas, solo lo observo mover mucho los brazos como un mimo enloquecido y así como empezó, termina. Hay silencio de nuevo y me mira detenidamente, lleno de expectativas. Miro mi charola de comida industrial, mi estofado de carne que no parece carne, pero más que estofado de carne que no parece carne diría que es un estofado de patatas. Y después miro los frijoles aguados y desabridos. También miro mis tres tristes tortillas tibias. Como olvidarme de mis tres tristes tortillas tibias. Y después lo observo a él, a mi compañero de trabajo que se ha convertido ante mis ojos en mimo-poeta y me pregunta lo que me parecieron sus globos a medio inflar. Y no le respondo que me gustaron o que no me gustaron o que no pude escucharlo por las olas estrellándose contra las rocas de esta maquiladora del norte de México. Solo lo miro detenidamente, algo curioso. Asiento o me encojo de hombros o me encojo de hombros y luego asiento, más precisamente y mi compañero de trabajo que ahora es un mimo-poeta parece satisfecho con mi respuesta. Su sonrisa crece y muestra las encías, sus cejas se arquean y se forman pliegues en su frente. ¿Tienes algún interés en la poesía?- vuelve a preguntar y se aventura a preguntar en un tono entre desafiante y divertido si soy un poeta también. Un mimo-poeta como él. Pero yo no sé nada de poesía ni de poetas o mimos. No leo poemarios porque me gusta más ver el futbol u observar por la ventana a los pájaros, o a los gatos persiguiendo a los pájaros o a los perros persiguiendo a los gatos o a los perros persiguiendo su propia cola. Y no conozco a otros poetas-mimos como él. Bueno conozco a Paquito, supongo que él también se le podría considerar un poeta-mimo. Cuando cursaba tercero de primaria o seria segundo, tal vez cuarto pero yo creo que era tercero. Bueno cuando cursaba tercero de primaria en un jueves cualquiera, un día de clases cualquiera en el que se nos enseñaba tal vez las multiplicaciones compuestas o a leer bien porque seguro que no leíamos bien llego la subdirectora que era muy menudita y vieja. Llego diáfana con un niño que no era de nuestro curso, lucia mayor, como de dos cursos arriba o solo uno y él simplemente lucia de más edad, más maduro. Usaba el pelo engominado hacia atrás y sus  zapatos brillaban de lo bien boleados que estaban. La subdirectora fingió una tos muy aparatosa para captar la atención de la maestra y de los estudiantes imberbes. Se paró en medio del salón y de forma muy solemne presento a Paquito, quien era poeta y  nos recitaría unos versos. Yo en ese tiempo no estaba muy seguro que era un poeta o la poesía, aun no lo estoy. Seguro había oído hablar de eso a mis padres o algún otro adulto. O en la televisión habría visto a Paco Stanley recitar poesía de forma dramática y afectada en medio de chistes, baile de hermosas edecanes y albures. Pensé que alguna relación mágica y misteriosa debía haber entre los llamados Pacos y la poesía. Como si al ser nombrado Paco al nacer tu destino estaba marcado como poeta. Bueno Paquito dio un paso al frente y con voz suave pero firme como un niño maduro prematuro que pronto será puberto empezó a recitar. Actuaba muy histriónicamente, movia mucho los brazos, hacia señas con las manos, abria mucho la boca, sus fosas nasales se ensanchaban como si un poeta necesitara mas oxigeno que una persona común y corriente. Apretaba los parpados como si estuviera poseído, como si las palabras hermosas, mágicas y misteriosas llegaran a él a través de un ente invisible para las personas comunes y corrientes. Pero no lo escuchaba, todo lo que escuchaba era el ruido de las olas estrellándose contra las rocas de la escuela primaria. O sencillamente no recuerdo lo que decía. Solo recuerdo que cada tanto abria los ojos, miraba hacia arriba y lanzaba una confesión a su  mamá, le recordaba que se llamaba Paquito y muy arrepentido le decía  ya no haría travesuras, como rematando la faena. Termino y parecía Dunga  después de ganar la copa del mundo en el Tazón de rosas de Los Ángeles, lleno de expectativa pero los estudiantes de tercero de primaria no sabíamos que hacer, como reaccionar ante semejante espectáculo, algunos arqueaban las cejas, otros esperaban con la boca abierta y se encogían de hombros, otros eran ajenos a todo mientras dibujaban a Vegueta pateandole el trasero a Krilin en las ultimas hojas de su cuaderno de español y le está quedando muy bien. La incertidumbre se rompió cuando la subdirectora que era menudita y vieja nos ordenó aplaudir y ella predicó con el ejemplo de forma entusiasta. De haber tendió un ramo de rosas se lo hubiera lanzado. La maestra dijo muy bien Paquito, pero la verdad no sé si se llamaba Paquito o solo lo recuerdo así, pero digamos que si se llamaba Paquito porque para ser poeta es necesario llamarse Paco. La maestra que era una mujer menudita y joven nos preguntó que nos había parecido. Los estudiantes imberbes de tercero o segundo o tal vez cuarto de primaria asentimos y lego nos encogemos de hombros al unísono, o nos encogemos de hombros y luego asentimos, más precisamente. Y ese es mi contacto con la poesía, los poetas, los Paquitos y los mimos. Quiero decírselo a mi compañero, al poeta-mimo, pero mejor me quedo callado, mirando algo curioso. Asiento y me encojo de hombros, o me encojo de hombros y asiento más precisamente. Le respondo que no, que no soy poeta y no sé nada de poesía. Soy un empleado de maquiladora del norte de México de más de 30 años, de rostro cansino, ojeras, cicatrices, mirada esquiva y sonrisa chueca. 

Y eso es todo.





Salgo a fumar. Salgo a fumar solo. Me alejo lo más posible. Saco la cajetilla de mi abrigo, porque por la noche hace frio, es invierno después de todo. Saco el encendedor de la bolsa del pantalón. Enciendo el cigarro. Fumo. A lo lejos ve a los trabajadores de maquiladora del norte de México platicando, fumando, riendo. Otros más se encuentran sentados viendo la pantalla de su teléfono móvil. Yo solo fumo. Antes de que se acabe el primer cigarro prendo otro. Fumo. Miro el cielo. Ya está anocheciendo. Hay algunos destellos distantes en el cielo. Los árboles se mecen  suavemente y algunos pájaros revolotean en el estacionamiento de esta maquiladora del norte de México. Veo más allá de la reja, pasan pocos automóviles por la avenida. Algunas personas entran a la farmacia de enfrente. Pasa un perro, parece perdido. Antes de que se acabe el segundo cigarro prendo otro. Fumo. Fumo un cigarrillo tras otro tratando de no volverme loco. Los pájaros siguen revoloteando en el estacionamiento de esta maquiladora del norte de México. Le grito a los pájaros y ellos se asustan y se van. Vuelan y se alejan. Se marchan al cálido sur, a una isla en el Caribe o de vuelta a sus nidos, al lado de su adorada familia. Se marchan a cualquier lugar lejos de aquí, de esta maquiladora del norte de México. Apago el cigarro con la suela de mi zapato. Meto las manos dentro las bolas de mi abrigo y me dirijo hacia dentro de esta maquiladora del  norte de México. A seguir pasando piezas automotrices por una enorme máquina de forma autómata por más de nueve horas.


Y eso es todo.




viernes, 10 de marzo de 2017

Contra los poetas, Alejandro Zambra







A los veinte años ya acumulan experiencias importantes: han publicado poemas en revistas y antologías, han participado en talleres, han escrito artículos para anuarios escolares y quizá han concedido una o dos precoces entrevistas. Ya tienen listos sus primeros libros, que están a punto de aparecer en editoriales emergentes. Son libros muy malos, pero por ahora eso no importa. Sus poemas son largos y sentenciosos, abusan de los gerundios, de los signos de exclamación y de los puntos suspensivos. Leen a Vicente Huidobro, a Delmira Agustini y a Oliverio Girondo, pero sobre todo se leen los unos a los otros, en interminables sesiones sólo a veces amistosas.

A los veinticinco años ya han renegado de esos primeros poemas, que consideran lejanos pecados de juventud. Esperan encontrar pronto la madurez como poetas, que a ellos les importa mucho más que la madurez como personas. El segundo libro cumple con creces el objetivo: no es bueno, pero indudablemente es mejor que el primero. Dicen estar todavía buscando una voz propia y mientras tanto planean antologías que incluyen a todo el grupo, pero nadie quiere escribir el prólogo, pues nadie desea correr el riesgo de convertirse en crítico literario.

A los treinta años ya han sufrido varios desengaños. Han sido incluidos en antologías nacionales y latinoamericanas, pero han sido excluidos de otras tantas publicaciones y les cuesta muchísimo aceptarlo. Por momentos escriben solamente para demostrar cuán arbitrarias han sido esas exclusiones. Han publicado, a esta altura, tres libros de poesía. Han fundado dos editoriales y cuatro revistas literarias. En sus reseñas biográficas se afirma que han participado en más de trece –en catorce– encuentros de poetas y que sus libros han sido parcialmente traducidos al italiano. En realidad les han traducido solamente un poema, pero da lo mismo: los han traducido, eso ya es mérito suficiente.

Recién a los treinta y cinco años comienzan a incomodarse cuando los presentan como poetas jóvenes. Ahora dictan talleres en los que aconsejan a sus alumnos que eviten los gerundios, que cuiden los adjetivos, que declaren la guerra a los puntos suspensivos y a los signos de exclamación. Les inculcan la suprema libertad creadora, pero les prohíben una lista bastante larga de palabras: vacío, angustia, desolación, desesperación, crepúsculo, ocaso, alma, espíritu, corazón, vagina. Les hablan de melopoeia, de fanopoeia y de logopoeia, pero se enredan un poco en la explicación. Se enamoran de poetas de dieciséis años y las comparan con Alejandra Pizarnik, pero nunca han visto una foto de Alejandra Pizarnik.

A los cuarenta años a nadie se le ocurre presentarlos como poetas jóvenes, pues sus caras y sus barrigas han cambiado de forma tal vez irreversible. Los poetas experimentan con mayor sufrimiento que el común de la gente la llamada crisis de los cuarenta. No decidieron ser poetas para tener cuarenta años. De ahora en adelante todo será decadencia. Se han vuelto inofensivos. Es más fácil incluirlos, pedirles prólogos, invitarlos a los recitales y aplaudirlos sin énfasis, respetuosamente. Son, en otras palabras, verdaderos fracasados.

Para que el fracaso se cumpla es necesario que reciban, de vez en cuando, señales equívocas. A los cincuenta, a los sesenta, a los setenta años los poetas ganarán dos o tres premios menores; tímidos estudiantes de pregrado y quizás alguna bella doctora norteamericana analizarán sus libros, que tal vez serán traducidos al francés, al alemán, al griego o al menos al argentino. Por lo demás, siempre habrá alguna editorial emergente interesada en rescatarlos del olvido.

Da lástima verlos junto al teléfono, esperando la noticia de un premio, de una pensión del gobierno, de un homenaje, de un viajecito al sur, lo que sea. Parecen niños asustados, y en el fondo eso son: niños asustados, adolescentes ya muy viejos para suicidarse. A veces algún reportero compasivo les pregunta para qué sirve la poesía en este mundo deshumanizado y consumista. Ellos suspiran y responden lo que han respondido siempre: que sólo la poesía salvará al mundo, que hay que buscar, en medio de la confusión, palabras verdaderas y aferrarse a ellas. Lo dicen sin fe, rutinariamente, pero tienen toda la razón.

jueves, 9 de marzo de 2017

Paterson








Love Poem
We have plenty of matches in our house
We keep them on hand always
Currently our favourite brand
Is Ohio Blue Tip
Though we used to prefer Diamond Brand
That was before we discovered
Ohio Blue Tip matches
They are excellently packaged
Sturdy little boxes
With dark and light blue and white labels
With words lettered
In the shape of a megaphone
As if to say even louder to the world
Here is the most beautiful match in the world
It’s one-and-a-half-inch soft pine stem
Capped by a grainy dark purple head
So sober and furious and stubbornly ready
To burst into flame
Lighting, perhaps the cigarette of the woman you love
For the first time
And it was never really the same after that
All this will we give you
That is what you gave me
I become the cigarette and you the match
Or I the match and you the cigarette
Blazing with kisses that smoulder towards heaven

Another One
When you’re a child you learn there are three dimensions
Height, width and depth
Like a shoebox
Then later you hear there’s a fourth dimension
Time
Hmm
Then some say there can be five, six, seven…
I knock off work
Have a beer at the bar
I look down at the glass and feel glad

Poem
I’m in the house
It’s nice out
Warm
Sun on cold snow
First day of spring
Or last day of winter
My legs run up the stairs
And out the door
My top half here writing