Regresaba a casa, inhalaba y exhalaba con dificultad, como
un pez a la orilla de un riachuelo, un hilo atado a mis fauces me arrastraba a
mi inevitable destino. Un caminar lento, mirada en los zapatos que en ratos se
asemejan a tortugas en una estúpida e interminable carrera: cada paso una
rebasa a la otra y así ad nauseam infinitum. Las rodillas cansadas de cargar
con mi alma y los testículos pareciera que quieren implotar, volverse
supernovas y escurrirse por mis pantorrillas. Voces obscenas, cantos de sirena
urbanos…esta ciudad no es lugar para ser vivo alguno que sienta afecto por la
propia existencia. Me siento cansado, muy cansado; me poso sobre en una jardinera y soy capaz de levantar la
vista en espera de un barquito de papel que me lleve a casa. Estoy cansado y
todo se vuelve tan rojo, todo se pierde en un violento mar carmesí. ¿Estoy en
casa?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario