jueves, 4 de agosto de 2016

Dos hermanos







Encontré a dos hermanos en una calle de la Infonavit Nacional.

Camino regreso a casa, tomo un atajo, pienso que lo es. Camino detrás de la escuela para niños que no saben leer bien, o algo así, una escuela para niños con dificultades, pero todos los niños tienen dificultades, pero ellos más precisamente dificultades de aprendizaje.

 Hace calor y el sol se refleja en mis lentes empañados. Hace calor y distingo a dos sujetos en la cercanía. Me pongo un poco nervioso cuando uno se acerca, porque soy un tipo nervioso. Me diagnosticaron colitis nerviosa, por eso camino por esa calle. Regreso de una farmacia Similares. Le dije al señor con bata blanca que me dolía el estómago, que tengo algo como colitis y que por eso no fui a trabajar hoy, ayer, antier, o prácticamente toda la semana pasada, que si por favor me puede hacer un justificante. Sonreí. El señor en bata blanca me dijo que no había problema y me preguntó que si yo era nervioso. Volví a sonreír y le dije que un poco, que me dolía mucho el estómago y que no puedo ir a trabajar.

Pero estaba mintiendo, no me duele el estómago, solo es que no quiero ir a trabajar. No me gusta trabajar. No me gusta mucho trabajar contestando llamadas de usuarios de telefonía celular. Hablo por teléfono seis horas diarias con desconocidos y no me gusta mucho hablar por teléfono. No me gusta hablar en general. No me gusta trabajar ahí, pero realmente no me gusta trabajar en general. Porque para ir a trabajar tengo que salir de mi casa y para salir de mi casa, primero tengo que salir de mi cuarto, y primero para ir a trabajar tengo que salir de mi cama, y preferiría no hacerlo. Prefiero estar sentado en un consultorio un tanto escueto, mintiéndole a un señor con bata blanca para que me de mi justificante y pueda regresar a mi cama.

El señor de bata blanca me dice que tengo colitis nerviosa y yo le agradezco, no sé bien porque. Le digo gracias doctor, pensando que le gustaría que lo llame así, y me retiro. Ahora estoy entre una casa donde venden cerveza de forma clandestina por las noches y una escuela para niños de lento aprendizaje, frente a dos hombres jóvenes, cansados, sucios y sonrientes. Sonríen porque me han reconocido, yo no los reconozco pero sé que ellos sí, me quito los lentes empañados de sudor y los miro: son dos hermanos  cansados. sucios y sonrientes.

Son dos hermanos cansados y sucios porque su madre los ha corrido de su hogar. Está harta de ellos o de su comportamiento. A los dos hermanos les gusta fumar cristal en foco. También les gusta la coca, piedra, ansioliticos, inhalantes, marihuana, alcohol y básicamente todo lo que ayude a distraerse uno de está perra vida.
Lo sé porque a mí también me gustan todas esas cosas, pero ya no las consumo. Sólo cerveza y tabaco porque hace calor y soy un tipo nervioso.
Los hermanos se comportan de manera errante cuando toman esas sustancias que tanto les gustan. Roban lo que pueden de quien pueden y a veces son agresivos y pierden la cabeza. Pero todos perdemos la cabeza a veces, supongo.

Los hermanos me dicen que llevan dos semanas perreando, viviendo en la calle; son dos perros callejeros ahora.

Los conozco bien, al mayor en edad pero corto en estatura, Chumelito, lo conozco desde la escuela primaria. Solo que yo estaba en el turno matutino, donde van los listos, los bien portados. Los futuros doctores, ingenieros y licenciados de esta gran nación. Mientras que por la tarde asisten los burros, los niños problema, que al crecer se convertirán en obreros de empresas maquiladoras, de construcción o en la industria del servicio, si bien les va. Si te toca en el turno vespertino en la primaria, tu futuro está condenado. Bueno y si en la tarde hay puro futuro delincuente, Chumelito era el peor de todos. Bueno para el futbol y los chingazos, era el terror de la zona. Desde pequeño tiro barrió: era de los Tapios, que se juntaban a inhalar pintura en una tapia cercana a la escuela, y desde mozalbete demostró maestría para las artes amatorias. 

Contaba la leyenda que en quinto grado había tenido sexo con Saraí, una niña pálida y de corta estatura de nuestro salón. Se la cogió de perrito, decían. Se hablaba mucho de Chumelito y también se hablaba mucho de Saraí. Era una niña de la que otros cuchicheaban en el patio de juegos y se contaban historias. Relataban detalladamente que fumaba, que se rellenaba el sostén, tenía sexo, se masturbaba con comestibles encontrados en la nevera,  obligaba a su perro a hacerle sexo oral y otras tantas cosas que puede generar la imaginación de un niño. A los ojos de todos era una puta, llanamente. Desde pequeña tenia mala fama, mala reputación. A mí me agradaba, era linda y simpática. Mi primer beso fue con ella: masticamos una pastilla Halls y nos besamos atrás de las canchas. Ella lo hacía bien, yo no tanto.

Al graduarnos nunca la volví a ver, solo escuche historias de embarazos adolescente y abortos en El Paso, Texas. En cambio a Chumelito lo seguí viendo y paso de aterrorizarme a oler juntos thinner en el patio de su casa.

Ahora que los veo famélicos y quemados por el sol me pregunto que comerán, donde dormirán o si les preocupa algo de eso o solo estar intoxicados. Me dicen que quieren bañarse, los acaban de rechazar en la casa de su amigo que vende cerveza de forma ilegal por las noches. Su esposa no lo permitió, no quieren que un par de vagos le ensucien sus toallas o que extraigan algo de su baño. Un peine o algo así. Los hermanos solo quieren asearse, limpiarse el sudor y refrescarse porque el sol chihuahuense está cabrón.

Entonces veo a los dos hermanos, dos perros callejeros y siento lastima por ellos. Lástima y empatía, pero no la suficiente cuando me piden ayuda. Me quedo callado, alcanzo a balbucear un par de excusas, una discreta negativa, pero creo que solo me quedo callado. Los hermanos dicen que no hay pedo, que van a intentar con su cuñado. Les regalo cigarros y les digo chido, mientras veo como se alejan.


Llego a mi casa con un justificante medico en el bolsillo, me dirijo a mi cuarto, a mi cama, a acostarme y mientras estoy en mi cama pienso que ya es hora de levantarme sin saber realmente cómo.