Encontré a dos hermanos en una calle de la Infonavit Nacional.
Camino regreso a
casa, tomo un atajo, pienso que lo es. Camino detrás de la escuela para niños
que no saben leer bien, o algo así, una escuela para niños con dificultades,
pero todos los niños tienen dificultades, pero ellos más precisamente
dificultades de aprendizaje.
Hace calor y el sol se refleja en mis lentes
empañados. Hace calor y distingo a dos sujetos en la cercanía. Me pongo un poco
nervioso cuando uno se acerca, porque soy un tipo nervioso. Me diagnosticaron
colitis nerviosa, por eso camino por esa calle. Regreso de una farmacia
Similares. Le dije al señor con bata blanca que me dolía el estómago, que tengo
algo como colitis y que por eso no fui a trabajar hoy, ayer, antier, o prácticamente
toda la semana pasada, que si por favor me puede hacer un justificante. Sonreí.
El señor en bata blanca me dijo que no había problema y me preguntó que si yo
era nervioso. Volví a sonreír y le dije que un poco, que me dolía mucho el estómago
y que no puedo ir a trabajar.
Pero estaba
mintiendo, no me duele el estómago, solo es que no quiero ir a trabajar. No me
gusta trabajar. No me gusta mucho trabajar contestando llamadas de usuarios de telefonía
celular. Hablo por teléfono seis horas diarias con desconocidos y no me gusta
mucho hablar por teléfono. No me gusta hablar en general. No me gusta trabajar ahí,
pero realmente no me gusta trabajar en general. Porque para ir a trabajar tengo
que salir de mi casa y para salir de mi casa, primero tengo que salir de mi
cuarto, y primero para ir a trabajar tengo que salir de mi cama, y preferiría no
hacerlo. Prefiero estar sentado en un consultorio un tanto escueto, mintiéndole
a un señor con bata blanca para que me de mi justificante y pueda regresar a mi
cama.
El señor de bata blanca me dice que tengo colitis nerviosa y yo le agradezco, no sé bien porque. Le digo gracias
doctor, pensando que le gustaría que lo llame así, y me retiro. Ahora estoy
entre una casa donde venden cerveza de forma clandestina por las noches y una
escuela para niños de lento aprendizaje, frente a dos hombres jóvenes,
cansados, sucios y sonrientes. Sonríen porque me han reconocido, yo no los
reconozco pero sé que ellos sí, me quito los lentes empañados de sudor y los
miro: son dos hermanos cansados. sucios y sonrientes.
Son dos hermanos
cansados y sucios porque su madre los ha corrido de su hogar. Está harta de
ellos o de su comportamiento. A los dos hermanos les gusta fumar cristal en
foco. También les gusta la coca, piedra, ansioliticos, inhalantes, marihuana, alcohol y básicamente todo lo que ayude a distraerse uno de está perra vida.
Lo sé porque a mí también
me gustan todas esas cosas, pero ya no las consumo. Sólo cerveza y tabaco porque
hace calor y soy un tipo nervioso.
Los hermanos se
comportan de manera errante cuando toman esas sustancias que tanto les gustan. Roban
lo que pueden de quien pueden y a veces son agresivos y pierden la cabeza. Pero
todos perdemos la cabeza a veces, supongo.
Los hermanos me
dicen que llevan dos semanas perreando, viviendo en la calle; son dos perros
callejeros ahora.
Los conozco bien,
al mayor en edad pero corto en estatura, Chumelito, lo conozco desde la escuela
primaria. Solo que yo estaba en el turno matutino, donde van los listos, los
bien portados. Los futuros doctores, ingenieros y licenciados de esta gran nación.
Mientras que por la tarde asisten los burros, los niños problema, que al crecer
se convertirán en obreros de empresas maquiladoras, de construcción o en la
industria del servicio, si bien les va. Si te toca en el turno vespertino en la
primaria, tu futuro está condenado. Bueno y si en la tarde hay puro futuro
delincuente, Chumelito era el peor de todos. Bueno para el futbol y los
chingazos, era el terror de la zona. Desde pequeño tiro barrió: era de los
Tapios, que se juntaban a inhalar pintura en una tapia cercana a la escuela, y
desde mozalbete demostró maestría para las artes amatorias.
Contaba la leyenda
que en quinto grado había tenido sexo con Saraí, una niña pálida y de corta
estatura de nuestro salón. Se la cogió de perrito, decían. Se hablaba mucho de
Chumelito y también se hablaba mucho de Saraí. Era una niña de la que otros cuchicheaban
en el patio de juegos y se contaban historias. Relataban detalladamente que fumaba,
que se rellenaba el sostén, tenía sexo, se masturbaba con comestibles encontrados
en la nevera, obligaba a su perro a
hacerle sexo oral y otras tantas cosas que puede generar la imaginación de un
niño. A los ojos de todos era una puta, llanamente. Desde pequeña tenia mala
fama, mala reputación. A mí me agradaba, era linda y simpática. Mi primer beso
fue con ella: masticamos una pastilla Halls y nos besamos atrás de las canchas.
Ella lo hacía bien, yo no tanto.
Al graduarnos
nunca la volví a ver, solo escuche historias de embarazos adolescente y abortos
en El Paso, Texas. En cambio a Chumelito lo seguí viendo y paso de
aterrorizarme a oler juntos thinner en el patio de su casa.
Ahora que los veo famélicos
y quemados por el sol me pregunto que comerán, donde dormirán o si les preocupa
algo de eso o solo estar intoxicados. Me dicen que quieren bañarse, los acaban
de rechazar en la casa de su amigo que vende cerveza de forma ilegal por las
noches. Su esposa no lo permitió, no quieren que un par de vagos le ensucien
sus toallas o que extraigan algo de su baño. Un peine o algo así. Los hermanos
solo quieren asearse, limpiarse el sudor y refrescarse porque el sol
chihuahuense está cabrón.
Entonces veo a los
dos hermanos, dos perros callejeros y siento lastima por ellos. Lástima y empatía,
pero no la suficiente cuando me piden ayuda. Me quedo callado, alcanzo a
balbucear un par de excusas, una discreta negativa, pero creo que solo me quedo
callado. Los hermanos dicen que no hay pedo, que van a intentar con su cuñado. Les
regalo cigarros y les digo chido, mientras veo como se alejan.
Llego a mi casa
con un justificante medico en el bolsillo, me dirijo a mi cuarto, a mi cama, a
acostarme y mientras estoy en mi cama pienso que ya es hora de
levantarme sin saber realmente cómo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario