domingo, 5 de noviembre de 2017

¡LIBRE COMO UNA VACA, como una ostra, como una rata!




No querer nada más. Esperar, hasta que no haya nada más que esperar.
Holgazanear, dormir. Dejarte llevar por las multitudes, por las calles. Seguir las
cunetas, las verjas, el curso del agua por las riberas. Recorrer los muelles, rozar las
paredes. Perder el tiempo. Salir de todo proyecto, de toda impaciencia. Estar sin
deseo, sin despecho, sin rebeldía.
Aparecerá ante ti, al hilo del tiempo, una vida inmóvil, sin crisis, sin desorden:
ninguna aspereza, ningún desequilibrio. Minuto tras minuto, hora tras hora, día tras
día, estación tras estación, algo que nunca tendrá fin va a comenzar: tu vida vegetal,
tu vida anulada.

Vives en un paréntesis bienaventurado, en un vacío lleno de promesas y del que no esperas nada. Eres invisible, límpido, transparente. No existes ya: sucesión de horas, sucesión de días, el paso de las estaciones, el transcurrir del tiempo, tú sobrevives, sin alegría ni tristeza, sin futuro y sin pasado, así, simplemente, evidentemente, como una gota de agua que brota en el grifo de una fuente, como 6 calcetines remojados en una palangana de plástico rosa, como una mosca o como una ostra, como un árbol, como una rata.


Pero las ratas no buscan conciliar el sueño durante horas. Pero las ratas no se despiertan sobresaltadas, invadidas por el pánico, empapadas en sudor. Pero las ratas no sueñan y, ¿qué puedes hacer tú contra tus sueños?

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