lunes, 7 de marzo de 2016

Return of the rat






«…nuestros mejores amigos eran las ratas que vivían junto al arroyo. Eran largas y negras. Las obsequiábamos con exquisitos bocados, tales como porciones de corteza de queso, cartílagos de cordero, y también les dábamos huevecillos de pájaro, y ranas, y pajarillos recién nacidos. Agradecidas de estas atenciones, las ratas acudían en masa a nosotros, tan pronto como nos veían llegar, dando claras muestras de confianza y afecto, y se subían por nuestros pantalones, y se colgaban de nuestros pechos. Y, entonces, nos sentábamos entre ellas, y les dábamos de comer, con nuestras propias manos, ya una rana gordezuela, ya un tordo de nido. O bien, atrapando con rápido ademán un ratón rollizo que descansara en nuestro seno, soñoliento tras haber comido en abundancia, lo dábamos a comer a su madre, a su padre, a su hermano o a su hermana, o a otro pariente menos afortunado.
En estas ocasiones, Watt y yo conveníamos, tras un breve intercambio de consideraciones, en que nos acercábamos a Dios».

No hay comentarios: